Al oír por primera vez lo de ‘Imperio Catalán’ pensé en algún coqueto travesti de los que pululan por la Plaza Real de Barcelona (¿por qué ‘Real’? ), que había adoptado el seudónimo de ‘Imperio’ como homenaje a las clásicas folclóricas Imperio Argentina, Pastora Imperio, Imperio de Triana, Gracia Imperio, etc.; pero resultó algo peor, con raíces en ambiciones mussolinianas de los tristes años del histérico fascismo; así que vayamos por partes, como diría el malcarado descuartizador de España, el señor Torra.
Los ansiosos catalanistas de guardia del periódico catalán ‘Levante’ nos imparten diariamente potitos de ética y moral política imperial del Norte. El otro día, por ejemplo, nos iluminaba sobre «Incivisme i irresponsabilitat» la musa aria de los colaboracionistas, la sin par Teresita Mollà, Doctora en Derecho por la Universitat Huifaigdecos y Demayavorem, que ha sentenciado, en catalán, que las manifestaciones con coches convocadas por VOX son «intent de colp d’Estat» (Levante, 28/ 05/ 20202). Esta modesta mujercita, que se define a sí misma como «trabajadora, feminista, muy de izquierdas, muy republicana, atea y muy antifascista», presume de ser implacable justiciera, pero calla cual mastaba egipcia ante la continua agresión y golpe de estado del asqueroso fascismo expansionista catalán y, ahora, saca el hacha de guerra contra VOX para defender a… ¿a España? ¿a Valencia?, ¿al valenciano?, ¿al español? Estos carcas progres, hinchados de paellas de hipocresía y autoodio, se apoyan entre ellos como secta talibán, y callan ante la casta de la extrema derecha que nos oprime desde la guardería. Aquí hay mucho partiquino chapuza del cuento del micromachismo, la ‘dignitat de la llengua’ (léase implantación del catalán), la Desmemoria Histórica y la facultad de otorgar carnet de demócrata sólo al que piensa como ellos.
Esta gente se vuelve angelical y ciega ante la constante agresión fascista de Cataluña, y ya sé que me dirán que todos los catalanes no son así; pero igual sucedió en la Alemania nazi. No todos se encargaban directamente de lanzar el gas Zyklon en Auschwitz, y ningún santo ciudadano del subanestrujenbajen se enteraba de que entraban miles de judíos y, al día siguiente, mutaban en denso humo de horno crematorio. Son otros tiempos, pero aquí padecemos una variable sofisticada de invasión territorial que, al no tener Cataluña panzers para conquistar su ‘espacio vital’, usa el supositorio adoctrinador de que todo lo valenciano es catalán; y aquí actúan los rebelditos dentro del Nuevo Orden, la Gandi catalanista Teresita Mollà y sus tablas de la ley del embudo escritas en catalán, no valenciano.
Los catalanes han comprobado que las trolas repetidas en prensa y Enseñanza se convierten en verdad para el panoli ciudadano, estrangulado por medios de comunicación y la telemierda À Punt. Y es que, dado el apabullante éxito obtenido al propagar que Joanot Martorell o Sorolla eran catalanes, ahora ya se atreven a llamar catalanes a Cristobal Colón, Shakespeare, Leonardo de Vinci o Vich, Cervantes, Santa Teresa de Jesús y, quizá mañana, hasta al monstruo del lago Ness. Todo es catalán y todos los progres callan como putos. Así, en el pasado año 2019 se celebró en Barcelona el «5è Centenari de L’Imperi Universal Català», promovido por el subvencionado «Institut Nova Història». Yo pensé, como dije antes, que sería el título de una sería cómica de TV3 basada en un gay de Esplugues de Llobregat con seudónimo de ‘Imperi Català’, parodiando a Imperio Argentina o a otra folclórica, pero parece que estos trogloditas delincuentes o carátulas nazis del ‘Institut Nova Història’ pretenden hacernos creer que Cataluña fue un Imperio Universal en la Edad Media y Renacimiento. ¡Qué burros y ladrones son! ¡Si ni siquiera acuñaron una sola y mísera moneda donde figurara el nombre de Cataluña en ella, mientras sí teníamos las de los reinos de Francia, Valencia, Inglaterra, Mallorca, Aragón! ¡Ay, catalanitos chorizos, que ni teníais bandera ni moneda de Cataluña y ahora vais presumiendo de que fuisteis Imperio hacia el 1519!.
Y los propios catalanes no se enteraron
Los catalanes del 1519 y de siglos anteriores ignoraban pertenecer a un Imperio Universal Catalán. ¡Qué raro, nooo?. Así, cuando asaltaban ciudades para saquearlas —junto a aragoneses, valencianos y mallorquines—, como la italiana Gayeta en 1423, jamás gritaban ¡Catalunya, Catalunya!, sino «¡Aragó, Aragó!».1 Y hay más detalles raros, raros, raros. Las enseñas que se alzaban en las ciudades conquistadas eran «banderes d’Aragó«2, jamás de Cataluña ¡Uuy, vaya despiste que tenían estos imperiales!. Así lo presenció y anotó in situ el cotilla capellán de Alfonso el Magnánimo. Y lo escrito en 1423 no lo puede cambiar Torra o su monaguillo Marsà; y ya pueden Teresita Mollà y los eruditos a la violeta quemarse ojos y rebuscar hasta en manuscritos de los escorados cronistas catalanes Montaner, Pere Tomich, Carbonell…, pues todos se sentían, ¡oh, sorpresa terrible, oh!, españoles hasta la médula, y no tenían vergüencita de escribir la palabra Espanya o España, algo que sí le ocurre a Teresita (siempre se refiere a «Estat Espanyol»). Así, por ejemplo, Berenguer de Puigpardines tituló a su medieval crónica manuscrita «Sumari d´Espanya» , y aludía a un imperio: «esser Emperador d’Espanya«.
También el más importante cronista catalán en la transición de la Edad Media al Renacimiento, el humanista Pere Miquel Carbonell, redactó las conocidas «Croniques d´Espanya» y, como vivió hasta el 2 de abril de 1517, debió conocer mejor que nadie la existencia del gran ‘Imperi Universal de Catalunya», del que la panda de catalanazis de Torra celebró su Quinto Centenario en 2019. Pero el cronista de Cataluña lo desconocía, de ahí que al enumerar las posesiones de Fernando el Católico les dejara esta perla de títulos:
«Don Ferrando per la gracia de Deu rey de Castella: y dArago; y de Leo; y de Sicilia: y de Granada: y de Toledo: y de Valencia: y de Galicia/ y de Mallorques/ y de Sivilla/ y de Serdenya/ y de Cordova/ y de Corcega: y de Murcia: y de Jahen/ y de Algarbe: y de Algezira: y de Gibraltar: y de les Illes de Canaria/ Conte de Barcelona / Senyor de Vizcaya…»
En el mismo folio recordaba Carbonell las gestas «dels Reys de Arago nostres predecessors». Nada de príncipes o reyes de Cataluña ni, por supuesto, ese ‘Imperi Catalá‘ fruto delirante del fascismo expansionista. Pero, dado el apabullante autobombo que destilan los textos catalanazis, pudiéramos suponer que la Corona de Aragón fue un territorio supeditado a Cataluña. Para despejar esta utopía basta observar que, en las Cortes Generales de la Corona de Aragón, ocupaban los catalanes un lugar inferior a los valencianos; es decir, relegados a la izquierda del trono del monarca de la Corona de Aragón.
«Coronació del Rey en Martí… a la part dreta Aragonesos y Valencians, y a la sinestra Catalans y los del Regne de Mallorques» (Carbonell, Pere M.: Chroniques de Espanya, Barcelona, f.209 v)
Era el protocolo. Así sucedía en las coronaciones, aunque el catalán Carbonell hace trampa y relega a «Mallorques» (no las «islas» o Baleares, como las despersonalizan los catalanazis). Quizá pudo influir que fue reino reconquistado en la batalla del 25 de octubre de 1349, donde murió Jaime III de Mallorca. Por deseo del rey, su cadáver fue sepultado en la catedral de Valencia (no en Barcelona). Pasados los siglos, en 1905 y por capricho del rey de la pornografía Alfonso XIII, los restos del monarca mallorquín fueron devueltos a Mallorca. En las Cortes Generales de Monzón se respetaba el situar los reinos en lugar de preferencia respecto a otros territorios inferiores, como era Cataluña. El protocolo no podía alterar el título de condado que ostentaban. En el «Epitaphe» compuesto en 1643 a la muerte de Luis XIII de Francia, es el propio monarca -en sentido figurado- quien interpela a los catalanes, alabando que le proclamaran Conde en 1640, no príncipe, rey o emperador:
«Mucho Cataluña supo / escogiéndome por Conde» (Epitaphe sur la mort de Louis XIII. Liberatour de Cataloigne, Barcelona, 1643, sin foliar)
En 1640 fueron años delicados para España, y Cataluña se entregó a Luis XIII de Francia, hasta que los Tercios del Reino de Valencia, en las campañas del 1648, les hicieron entrar en razón a bofetadas. Los catalanitos aprovechaban el poder de la armada francesa para robar a pueblos de la Orden Militar valenciana del Maestrazgo de Montesa, pero sufrieron una derrota militar ocultada por el tocomocho del expansionismo catalán y los colaboracionistas de la Enseñanza en Valencia.
El ‘Imperi Català’ y la Encyclopédie de la Ilustración
En el siglo de la Ilustración, del 1751 al 1772, poco antes de que la parásita Nobleza (equivalente a la casta catalanista que nos sangra en 2020) terminara en la guillotina, un grupo de sabios (cientificos, filósofos, filólogos, matemáticos, heraldistas…) reunieron en una monumental obra el saber humano, para enfrentarse al oscurantismo emanado por religiosos y políticos al servicio del poder absolutista. Los cerebros de esta empresa, especialmente D’Alembert y Diderot, contaron con centenares de colaboradores del más alto nivel en ciencias y artes, equipo que trataba de limpiar de fábulas y creencias erróneas propagadas por motivos espurios o ignorancia. El acervo de conocimientos en todas las ramas del saber no podía dejar a un lado la simbología y título de las naciones europeas, y allí encontramos las del soberano de España condensadas en un gran escudo. En primer lugar, el equipo de eruditos de Diderot y D’Alembert situó «Le premier du royaume de Castille»; y en el 9, el Reino de Valencia, con el texto: «Au neuvieme, de royaume de Valence… à una ville d’argent». Esta heraldica del siglo XIII alternaba con la moderna del XIV de barras coronadas y Rat Penat. La simbología antigua gustaba a los heraldistas europeos; así, a la muerte de Carlos V se celebraron las exequias imperiales con un grandioso desfile fúnebre por las calles de Bruselas el 29 de Diciembre de 1558, donde las banderas del Imperio desfilaron una tras otra, y entre ellas figuraba la del Reino con la ciudad amurallada. El cronista dejó un texto nada ambiguo sobre la representatividad regnícola, no sólo municipal de la enseña: «Las Armas del Reyno de Valencia iban en otro caballo, que llevaban Don Joseph de Acuña y Phelipe de Venacut (…) y Don Rodrigo de Moscoso, la bandera con las Armas del mesmo Reyno» (Bib. Nacional de Madrid. Sg. 3223, Pompe Funebre de l’Emperereur Charle Quint, Bruselas, 1558, lam. 15)
En 1558 y en Bruselas, al faltar medio milenio para que Prat de la Riba inventara lo de la Gran Cataluña, los Países Catalanes o el Imperio Catalán de chicha y nabo, las cuatro barras seguían en propiedad del Reino de Aragón. Los grandes hurtos del catalanismo estaban por llegar.
Pónganse cómodos. Cojan lupa potente y analicen pacientemente la heráldica de los territorios del Imperio de España, la que recogió la Enciclopedia de los eruditos de Diderot y D’Alembert hacia el año 1760. Allí podemos ver las armas de «Castille, Leon, Arragón…»; y, en la casilla 9, la del reino de Valencia del siglo XIII, la ciudad amurallada. Por cierto, ¿donde, dónde está la correspondiente al gran y universal Imperio Catalán? ¡Anda, será posible, si se olvidaron de él! ¡Seguro que detrás de esta infamia estaría Vox o algún terrorista blavero del GAV!. Pero, sin las ridículas y fascistas elucubraciones de los Torra o Marsà, en la casilla 28 vemos la realidad del territorio: «Au vingt-huitieme, du comté de Barcelonne, d’argent, à la croix de gueule, écartelé d’Arragon» (L’Encyclopédie, Blason oy Art Heraldique. A Paris, Avec approbation et privilege du Roy).
Justicia, dignidad y derecho para los hijos de la Gran Cataluña: ¡Vamos a ver, por Dios y el flabiolaire del Ter! Si hasta el barrio de Triana tenía un Imperio, así como Argentina, ¿por qué cojones no tienen derecho los hijos de la Gran Cataluña a llamarla Imperio, como las folclóricas Imperio Argentina, Imperio de Triana. Gracia Imperio, Pastora Imperio…?
1 Dietari del Capellá d’Alfons el Magnánim, any 1423, p.168.
2 Ibid.