Advertencia: siempre que aludo a Cortázar me refiero al malo, al jesuita historiador; no al genial novelista Julio Cortázar
El locuaz jesuita Fernando García de Cortázar —mutado en la Belén Esteban de insulsas charlas, coloquios y conferencias—, es Director de la Fundación Vocento, empresa que edita el anodino diario Las Provincias. En las reseñas suele aparecer como audaz productor de pretenciosos volúmenes que descubren verdades históricas al pueblo ignorante. Prototipo de ello sería ‘Y cuando digo España. Todo lo que hay que saber‘ (a. 2020), mamotreto de 637 páginas de vaguedades más conocidas que la Rociito y noticias que, da la impresión, fueron obtenidas de la lectura de solapas de libros y de una ingente cantidad de folletos turísticos de ciudades y museos. En idioma valenciano, desconocido para la Belén Esteban de la chismografía anacrónica, su obra sería ‘caldo d’olives’ sin sustancia; y su pretendida audacia en exponer temas silenciados, simple ‘fum de boches’. Si aceptamos el subtítulo de ‘Todo lo que hay que saber‘, por lógica se deduce que lo restante de la Historia de España será ‘Todo lo que no hay que saber‘.
Olla podrida de acontecimientos distantes e inconexos, en las páginas se asoman Nadal, el visigodo Recaredo, el Covid-19, Montserrat Caballé, Ana Belén, Velázquez, el cardenal Cisneros Alaska y los Pegamoides, Alfonso el Sabio, Simone de Beauvoir y mucha, mucha Cataluña y mucho catalán. En ‘Y cuando digo España‘ surgen y conviven disparatadamente personajes sin más cohesión que un pegajoso almíbar hacia una irreal España de cartón piedra, con halagos-anzuelo para el cándido comprador del bodrio. Olvida Cortázar el Malo que la Historia de España es tan grandiosa que sus acciones nefastas no hay que ocultarlas. No somos Corea del Norte para falsear realidades pretéritas y actuales.
Para Cortázar el Malo existe Loquillo, pero no San Vicente Ferrer
Según Cortázar, lo que hay que saber del Compromiso de Caspe es que acudieron «nueve compromisarios elegidos por mayoría en las Cortes de Cataluña, Valencia y Aragón«, para elegir en Caspe un nuevo monarca. Lo que calla es que San Vicente Ferrer fue quien inclinó la balanza para la elección de Fernando de Antequera, y no al candidato catalán. Cortázar huye de citar al famoso dominico valenciano en Calpe, concediendo a Cataluña un protagonismo del que carecía en 1412 (¡Amigo Cortázar, ¿sabes que no tenían ni moneda donde figurara Cataluña? ¿Conoces algún estado que no tuviera el nombre del mismo acuñado en el metal?). Por cierto, ¡vaya rigor! Sitúas a los delegados de Cataluña antes que a los de los reinos de Aragón y Valencia, cuando en el protocolo ceremonial de la Corona de Aragón (que desconoces o manipulas miserablemente), los catalanes siempre ocupaban lugares inferiores a aragoneses y valencianos.
Según Cortázar, no existe el idioma valenciano
Es lógico que Cortázar desconozca la existencia del idioma valenciano que admiraron Cervantes, Galdós, Azorín y Unamuno. En su catecismo ‘Todo lo que hay que saber’ enseña que en España tenemos, aparte del castellano, «catalán, gallego y vascuence». ¡Ya está, eso es todo lo que debe saber el pueblo!. El tío de VOCENTO, al informarse en la Wikipedia, desconoce que la primera lengua española que se consideró y se citó como idioma fue la valenciana. Del latín tardío idiōma surgió la voz en las neolatinas peninsulares. Parece que fue El Tostado (Alfonso Fernández de Madrigal), quien la usó en castellano por primera en 1437, aludiendo al «latino idioma». Lo que ahora sigue no consta en la Wikipedia y, por tanto, Cortázar lo desconoce y no lo incluye en ‘Todo lo que hay que saber’; pero en el susodicho Compromiso de Caspe, el 6 de junio de 1412, los representantes del Reino hicieron uso de su idioma, y dejaron constancia de ello en acta notarial:
«Consimilem literam idem domini deputati expadire mandrunt in ydiomate valentino, parlamento generali Regni Valentiae…» (Acta notarial del Compromiso de Caspe, 6 de junio de 1412)
Esto, según Cortázar el Malo, no hay que saberlo, de ahí que en las 637 páginas no figure ni la lengua ni el idioma valenciano, sólo el «catalán, gallego, portugués, vascuence y castellano». Ignorante, Cortázar desconoce que el propio monarca de la Corona de Aragón solicitaba traducciones del latín al valenciano entre 1395 y 1410.
Los manipuladores catalanes
Cortázar el Malo y otros eruditos semejantes beben en fuentes pútridas de catalanazis; así, por ejemplo, los falsarios del PHTE, ‘Portal de la Historia de la Traducción en España’, parido por la Univ. de Barcelona y la Pompeu Fabra, engañan al historiador perezoso al apropiarse de lo que no les corresponde con estos comentarios: «Antoni Canals, clérigo y traductor en lengua catalana. Es el traductor catalán más prolífico de la Edad Media.» Este catalanazismo silencia y manipula la realidad idiomática. El dominico valenciano fr. Antoni Canals jamás realizó ninguna traducción a las caóticas lenguas de los condados catalanes del siglo XIV; aunque sí cumplió los deseos del obispo Jaime de Aragón y del propio monarca Martín el Humano para traducir textos latinos, como Dictorum factorumque memorabilium de Valerio Máximo, «tret del lati en nostra vulgada lengua materna valenciana». Pero la realidad de una lengua culta peninsular, la valenciana en el año 1395, no hay que conocerla. En fin, esto sólo es un adelanto de la pequeña exégesis sobre algunas ofensas a los valencianos y su idioma por parte de Cortázar el Malo, erudito de Wikipedia.
(continuará algún día de estos, si puedo soportar la aversión a leer a Cortázar el Malo)