Año tras año, los centenares de niños y padres que diariamente entran y salen del Colegio de Educación Infantil y Primaria Pedro Duque de Alicante observan un retorcido colgajo atado de una asta a otra. Desde la calle, el sucio trapo es muy visible para los miles de personas que circulan para entrar en el adyacente Carrefour. La basura es observada por políticos de todo tipo, cuyos hijos estudian en este centro cultural que se cisca en la Ley de Símbolos con el aplauso de los inspectores de Educación. Ellos saben que al mando está el gobierno de Puig, Oltra y Marzà. Cuanto más ultrajen a la Señera, más méritos acumularán.
Este despropósito es el resultado de la heroica labor de enseñantes cuya única forma de proclamar su rebeldía a la miserable sociedad capitalista es la inmersión en catalán y la burla a la bandera que simbolizó a todos los valencianos, de Orihuela a Morella, desde la Edad Media. La socorrida lucha de clases y el rollo del proletariado sigue vivo en las peroratas de toreo de salón de esta casta casposa. En mi vida docente he convivido con estos falsarios que, cuanta más verborrea producen proclamando su inquebrantable izquierdismo, más tratan de vivir como la alta burguesía. Enloquecen por viviendas más lujosas, mejores coches y, por supuesto, las batallas más encarnizadas contra la extrema derecha (los que no piensan como ellos) son verbales, especialmente tras la ritual barbacoa y el alcohol que incrementa la audacia en el combate.
Kamikaces del whisky y sushi, tartufos postcovid y postmodernos, siguen alanceando muertos, pues en Alicante, donde la mayoría son hijos o nietos de castellanos (incluidos los inspectores de Educación, generalmente comisarios lingüísticos catalaneros), nadie les recriminará que se burlen de la Real Señera. Aquí se suma al aotoodio colaboracionista la inquina de los castellanistas a todo lo valenciano; algo que beneficia a la descomposición del territorio valenciano, y favorece la pretensión de ampliar Cataluña hasta Orihuela.
Iba a recordar cuando encontré en la BN de Francia la primera imagen de la Real Señera, coronada sobre fondo azul, en un pergamino del 1400. No vale la pena. La extrema derecha catalanista seguirá diciendo que el azul fue cosa de Franco. Menos mal que ya no engañan a los alumnos con aquel cuento de las barras de sangre catalanas, desde que di a conocer que era leyenda castellana. La noticia salió en prensa (“La leyenda de las cuatro barras de sangre es castellana, Información de Alicante,11/ 07/ 1989; Las Provincias,14/ 07/ 1989; Heraldo de Aragón,12/ 10/ 1889;, etc.); pero, en el 2000, Martí de Riquer redescubrió que la leyenda era castellana. Toda la prensa nacional, desde El País a La Vanguardia, celebró el gran acontecimiento. Silenciaron que, 10 años antes, lo había dado a conocer (perdón por el ego, pero con estos facinerosos…). En fin, en esta melindrosa sociedad, ¿nadie protestará contra los soeces gamberros del Pedro Luque? ¿No hay un sólo político, ni uno, que se enfrente al repugnante catalanazismo parásito?