Subir hasta las Gobas no es fácil, pero vale la pena por el placer de pisar unas cuevas excavadas en la montaña desde el siglo VI. Grabados en la roca leo nombres como Valerianus o Iohannes, habitantes de aquella España visigoda donde el latín fertilizado por las antiguas lenguas configuraría, siglos después, romances peninsulares. Me llamó la atención la Goba de la Dotora (sic), que debe su nombre a una ‘dotora’ (‘doctora’ en castellano) que vivió en dicha cueva y tenía fama de sabia. Quizá por la dificultad de acceso, los descendientes de aquellos Johannes y Dotora decidieron dejar las cuevas y, a pocos metros, fundar la población de Laño en aquella tierra fértil rodeada de arroyos, donde anualmente elevan una torre humana. [+]
Muixeranga, moixiganga, moxiganga, mojiganga…
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