Colgajo de los presupuestos del Estado, debiera adoptar como frase sintetizadora de su ideario político la frase valenciana ‘¡Sopa, caume’n boca!’, generalmente aplicada “al pereós, indolent y mandria”. Este colectivo equivale a la nobleza parásita del siglo XVIII, exquisitos inútiles cuya principal habilidad era cuidar las formas y engañar al aborregado pueblo.
Aquí, en el Reino de Valencia, el catalanismo de extrema derecha tiene en esta tribu su mejor aliado. Pedantes hasta la agonía, CCOO posee la verdad de todo, e insiste en la guerra de las banderas y se cisca en la Democracia. Si el Estatut establece que nuestra enseña es la Real Señera coronada, los de CCOO vomitan sobre esta ley y siguen con la catalana de cuatro barras; y además, con suficiencia hipócrita, dicen que el asunto de las banderas les da igual. Si el fascismo expansionista catalán (que se licua ante el falso título de Principat de Catalunya), rechaza las históricas denominaciones de Reyne de Valencia y Regne de les Mallorques, ellos se amoldan al capricho imperialista de todo a cien y adoptan la despersonalizadora nomenclatura de ‘País e Illes’. Es la rebeldía de los antiguos bufones áulicos.
¡Qué miseria la de estos sindicalistas de pitiminí a sueldo del Estado! Yo tuve un compañero liberado de trabajar en las trincheras de la Enseñanza, pero sólo aguantó un año por la vergüenza que le daba no pegar golpe en todo el día. Sin embargo, conozco a otro liberado que se pasó la vida ahuyentando el aburrimiento con mamarrachos que pintaba al óleo y, con postureo a lo Hemingway o Truman Capote, bebiendo. Murió hace poco en acto de servicio a la sociedad, de cirrosis alcohólica.
Sin llegar al virtuosismo de los consejeros de CCOO que se apropiaron de miles de euros de las tarjetas Black, muchos liberados pasan la vida ante el vaso de whisky escocés, en interminables debates para arreglar el mundo; pero su bolsillo tintinea con la incesante lluvia de millones de euros que el insensato estado dilapida para tenerlos contentos; y ellos, adoptando ademán de ofendidos, acusan de fascistas a todo quisqui.
¿Quiénes son estos mierdas de CCOO para intervenir en la vida de los ciudadanos?
Cómodamente establecidos en un estatus arcádico, blindados a la crítica, los liberados adoctrinan sobre lo divino y lo humano. Siempre quieren conquistar más espacio, como los fascistas, y transformar la mentalidad de nuestros niños a su real antojo. Poseen la verdad, pues quien piensa lo contrario es un facha. Se atribuyen autoridad legislativa, religiosa, política, moral, literaria, etc.
Sus estupideces las escriben y leen ellos mismos; pues si un obrero, autónomo, trabajador del campo o intelectual normal las leyera, jamás pensaría que son escritos sin otra intención que la paródica. Tenemos el ejemplo de la revista “Te. CCOO enseñanza, febrero 2018”, dedicada a la huelga feminista del 8 de Marzo, algo que podría ser encomiable, pero el deseo de intervenir autoritariamente en la vida de todos nosotros, como si fuéramos peleles de Cuba o Corea del Norte, lo convierte en patética astracana. En la revista, por supuesto, se defiende la fascista inmersión catalana:
“Desde CCOO hemos alzado la voz y hemos salido a la calle al grito de ¡No toquéis la Educación!. Lo hemos vuelto a hacer con la campaña Jo adoctrino, con la que hemos empapelado de carteles… con lemas como Yo adoctrino en tolerancia. Yo adoctrino en convivencia. Yo adoctrino en la reflexión crítica. Yo adoctrino en la democracia. Yo adoctrino en la participación. Ambas, ignorancia y mentira, encontrarán a Comisiones Obreras plantada en pie por la defensa de la escuela catalana” (ib. p.39)
Pedagogos de letrina, olvidan incluir el ‘¡Yo adoctrino en catalán por mis pelotas, y si los padres quieren libertad para elegir el español en la educación de sus hijos, los mando a tomar por el saco!.
De momento, no fusilan a Arturo Pérez Reverte
Fruto de varios años de gestación, la diosa CCOO ha parido el Decálogo de la moderna escuela feminista, con la novedad de abandonar el género masculino al hablar, o hacer las necesidades en el mismo baño y, por supuesto, el regreso de la total censura sobre cualquier pensador, literato o filósofo que dañe el movimiento feminista. La solución de destinar al fuego del olvido y marginación al oponente ideológico nos retrotrae a tiempos de Cervantes o, en el s. XX, a la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin.
En la lista negra de los represaliados por el furor de CCOO encontramos al novelista y académico Pérez Reverte, al pensador Julián Marías y otros indeseables parecidos: el ilustrado Rousseau, al filósofo Kant, etc. Por suerte, ahora sólo se limitan a “eliminar” textos de autores molestos; pues los progresistas del 1936 desarrollaron el arte cisoria, el corte con cuchillo, hasta el virtuosismo; sólo un ejemplo: al franciscano Plácit García Gilabert de Benitachell, el 16 de agosto de 1936, cerca de Jávea, los progresistas le dieron una lección de democracia bien entendida al cortarle los huevos, la oreja y sacarle un ojo (todo es verídico). Ahora, en 2018, CCOO mantiene la tradición staliniana de eliminar a compañeros de partido, dentro de un orden. Así, estos bestias han situado primero de la lista “a eliminar de los temarios” a… ¿Quién puede ser? ¿José Mª Pemán, Eugeni d’Ors, Giménez Caballero…? ¡No, el enemigo público de CCOO es el poeta comunista Pablo Neruda! Al infortunado Premio Nobel de Literatura, de haber superado a Pinochet y al cáncer, lo habrían matado a disgustos estas brujas de CCOO. Sólo falta que estas tiparracas organicen quemas de libros de autores incómodos, como en la Alemania aria. Otra coincidencia, el Nobel de Literatura Thomas Mann fue prohibido en los libros de texto por los nazis; y de haber vivido en aquella terrible época Pérez Reverte, su obra también sería prohibida y pasto de las purificadoras llamas.