Que Nuria de Gispert califique de cerdo al oponente político, especialmente si se considera español, es coherente con la ideología nazi de deshumanización sistemática de lo que se desea aniquilar; por algo fue el cerdo la iconografía preferida para representar judíos destinados a los campos de exterminio. Por ley del 14 de julio de 1933, afianzada por Hitler en octubre de 1939, se promulgaban órdenes sobre el “material humano” de calidad, los arios; y el de razas inferiores o cerdos, entre los que se podía incluir al deforme, al hijo de alcohólico, el epiléptico, el loco…, seres a liberar de la Volksgemeinschaft o comunidad nazional por medios médicos. En paralelo, los catalanes se habían creído que eran los arios de España, y que los demás pueblos eran de una raza degenerada africana; pero, ¡ay!, no tenían poderío militar ni infraestructuras para fabricar ceniza de cuerpos humanos.
Con la derrota nazi en 1945, la fantasía racista catalana fue discretamente silenciada, aunque su generalizada implantación subterránea persiste en 2019 y, en momentos de exaltación sardanesca, brota en comentarios como los de Torra o Nuria de Gispert. En el neonazismo catalanista se ha sustituido el término de ser inferior o degenerado por el de elemento sin normalitzar, ser infrahumano a quien se debe perseguir, despreciar y multar si rotula en español. En la vida académica y social se le excluirá totalmente de la promoción, de las oposiciones, de las subvenciones, etc. Igual que los alemanes nazis modelaban leyes y teorías para cambiar la moral del ciudadano indefenso, aquí operan con total impunidad desde la Generalitat para lograr progresivamente la eliminación del sentimiento valenciano y español en todos los ámbitos, sea en la televisión pública À Punt o amonestando al niño que habla otra lengua que no sea el falso valenciano.
El proyecto de anexión del Reino y desmembración de España mantiene un ritmo lento, pero constante. Torra y Gispert no tienen prisa, como en la Sagrada Familia. Su objetivo prioritario es la estructurada catalanización de la infancia desde hace medio siglo, lo que supone otro punto de coincidencia con las políticas nazis que, alegando oligantropía, fomentaron la natalidad para aumentar el número de futuros miembros arios de la sociedad del III Reich. La pirámide de edades, basada en el nacimiento de niños rubios que, de adultos, vencerían a las razas eslavas era prioritario. En 1934, en Núremberg, Hitler exhortó a las mujeres alemanes a dejarse embarazar sólo por arios alemanes: “un bebé ario que nazca es una batalla para la persistencia de Alemania y contra su eliminación”1. Estas ideologías que buscan la supremacía y la ocupación de territorios, fuera en la Alemania de Hitler o la actual Cataluña de Nuria de Gispert, necesitaban generaciones de niños que, en un futuro, formarían el ejército victorioso contra judíos y eslavos; o, en la neurasténica Cataluña, contra los cerdos que hablan español o valenciano.
En el Reino, desde hace 40 años, se ha estado enseñando el catalán de Jacint Verdaguer o de Papasseit como ejemplo de buen valenciano. Y los políticos de Compromís, EU, Cs, PSOE, PP y han fingido que era lo correcto, de igual modo que los buenos alemanes presenciaban las capturas de judíos y su trasformación en ceniza y les parecía adecuado. ¿Y aún no quieren que defienda a un partido como VOX, que promete barrer a estos neonazis de la Generalitat? Puede que nos engañen, pero lo cierto es que los demás partidos ya lo hicieron. No tengo ganas de seguir divagando. Me repito una y otra vez; además, los 20 lectores que tengo ya conocen el asunto. ¡Vaya sociedad de mierda!. Cuando escribía en Las Provincias e Información, suponía que la sociedad valenciana no soportaría este yugo catalanista. Me equivoqué. Teniendo en cuenta que, en 1990, alguno de los que leen esto estarían con el chupete, les ofrezco lo que Mª Consuelo Reyna me permitía publicar en Las Provincias. Hoy, en manos de los invertebrados castellanistas de Vocento, sería impensable este artículo que, ciertamente, no sirvió de nada.