Hay individuos que me producen repugnancia nada más observarlos. Me sucedió con José Mª Chiquillo y, también, con… ¡uf, me dan arcadas hasta citarlo, uf!, el histriónico secundario Canut, el alcalde catalán que baila y se pedorrea sobre Valencia. Estos son meros actores circunstanciales que sueñan con el poder y la sopacaumenboca institucional, empleando conocidos recursos: el Chiquillo vestía como vendedor de El Corte Inglés o especialista en ovnis; el Canut, más robotizado que el hierático Lerma, nunca dejó de representar papeles de cariacontecido filántropo proletario. Se les nota la sobreactuación y, si la situación lo demandara, cambiarían de registro. Son menos dañinos que el tío este de Castellón. [+]
Marzà, el chupacabras bajo la cama
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