
A la Gestapo lingüística se le ha otorgado una autoridad superior a la de los inquisidores medievales. Puede supervisar y negar proyectos de los profesionales de cualquier materia que trabajen para la Administración, desde ingenieros a arqueólogos, si los proyectos no están redactados en catalán (no en valenciano). El periodismo, tan necesitado de limosnas institucionales bajo la supervisión de la Gestapo, tiene que hacer equilibrios para no espantar, por ejemplo, al esquivo comprador del catalanista Levante.
Los títeres de la AVL, eufóricos, amparan las fechorías idiomáticas de la Gestapo, aunque hagan morritos en público, pero en privado brincan de alegría por el pastón que obtienen como colaboracionistas activos o pasivos. Dimitirían si tuvieran algo de dignidad al observar que se destruye sistemáticamente el valenciano desde la Generalidad. Hoy, por ejemplo, obedeciendo al Comisariado lingüístico, el periódico parido por la Falange en 1939 nos golpea con la morfología xiquetes (Levante, 03/ 11/ 2021). Es curioso que, para validar catalanismos, la AVL se escuda en arcaísmos usados por los clásicos, pero recurre a la ley del embudo cuando le conviene. Por ejemplo, Joanot Martorell y Jaume Roig escribían chiquet, no el xiquet de los anexionistas. Recuerdo al erudito Roque Chabás de Denia, que se molestó en viajar a Roma para estudiar el manuscrito del Espill de Roig (a.1460), conservado en la Biblioteca Vaticana, y que comentaba sobre esta cuestión:

También catalaniza el diario Levante el valenciano Chenillet en Xenillet. Parece que la voz, del fr. chenilla, sería cultismo etimológico con la grafía valenciana Chenillet, documentada en el DHIVAN Otony 2021 (que como nadie lo lee…):

“me demaná… ser guarda del Chenillet” (C. Jaunzarés, G.: Una vara de Real Orde, 1921, p.13)
Y para lo que sirve, no tengo ganas de extenderme en más voces masacradas por la Gestapo idiomática que dirige la Generalitat… con el dinero del indolente pueblo valenciano, heroico paladín de paellas, tracas y fútbol.