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El MidCat, el gaseoducto catalán de Europa

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Es innegable la habilidad catalana para apropiarse de lo ajeno, sin discriminar: la paella, Cervantes, Colón… o el champán. Hacia el 1900, tras observar el éxito del espumoso elaborado en el norte de Francia, región de Champagne, pensaron y ejecutaron un plan para copiar el producto y venderlo como genuino catalán. Al poco se defendía que, en la lejana Edad Media, ya estaba inventado por ellos, pero Francia impidió el saqueo patrimonial y la Justicia obligó a estos listillos a cambiar ipso facto la denominación, adoptando la arcaica palabra castellana ‘cava’ (Publicidad del ‘champany català’, Diari de Catalunya, Barcelona, 1 de janer de 1897)

Sólo es un proyecto que, con premura, ya está etiquetado. Las siglas de las enigmáticas letras ‘Cat’ (Cataluña) anuncian a Europa que el gas catalán, sustituto del putinesco, llegará a Berlín o París gracias a la generosidad de Cataluña… ¿Qué?, ¿cómo?, ¿desconocen ustedes los yacimientos de Sant Feliu de Guixols, Palafruguell o el de la plaza de Urquinaona? Yo también ignoro su existencia; así que, quizá, la atribución de la procedencia a Cataluña responda a lo de siempre: al irresistible deseo de que todo lo que puede afanar esta raza aria, lo afana.

El gas es de Argelia, no de Cataluña, y en su largo recorrido atraviesa el Mediterráneo, llega a Almería, pasa a Murcia e inicia el recorrido de más longitud, que es el del Reino de Valencia, pues el de los condados catalanes (que no Principat) es más reducido, al no estar construido el futuro tramo que entraría en Francia; y hay otro itinerario, ahora cerrado por la crisis con Argelia, que llega de Marruecos y atraviesa Andalucía, Castilla… ¿Por qué, entonces, se llama catalán? La respuesta está en las tretas victimistas que dominan y practican con maestría desde hace siglos. Algunos, muy pocos, se percataron de la innata capacidad para chillar, pedir y no dar de nuestros vecinos. Así, en el lejano 1837 ya era conocida de sobra la idiosincrasia del catalán quejica y chillón. No creo que haga falta traducir las siguientes frases en valenciano, al ser idioma hermano de las románicas españolas:

ranclechant per un camí caigué un coixo en un clot mol fondo; y no podent eixir ni menecharse de la baquiná que pegá, encomensá a queixarse y cridar, com un catalá chilló” (El Mole, 22/ 02/ 1837, p.87)

Es decir, ‘quejarse y gritar como un catalán chillón’. En paremiología tenemos un ancestral dicho, recogido por el novelista Luis Galiana (Ontinyent, 1740), que sintetiza el furor fagocitario de nuestros vecinos. Así decía, respetando sintaxis y morfologia del manuscito:

Catalá si no la feta, la fará” (Galiana, Lloís: Refrans valencians, 1767)

El refrán recogido por el dominico Galiana, antes de que la tísis acabara con él (Ontinyent + 1771), era popular. El lexicógrafo Martí Gadea (Balones, 1837) se hacía eco del mismo:

Catalá, si no l’ha feta la fará” (Martí Gadea: Ensisam de totes herbes, 1891, p. 431)

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La catalana Mercé Sala, presidenta de RENFE, no satisfecha con la eliminación del ferrocarril Valencia-Santander, se propuso dinamitar los túneles, hasta el famoso de la Engaña que tantas vidas de obreros se cobró al perforarlo. Mientras, sin titubeos, en Cataluña reforzaba las líneas de cercanías y media distancia. El vil maquiavelismo catalán y sus cómplices dejó incomunicados a pueblos de la España interior que hoy, hipócritamente, los miserables fariseos llaman ‘vaciada’.

El prototipo orgulloso y chillón perdura en los agresivos y desvergonzados políticos catalanes que se pavonean en los foros, en contraste con los valencianos, caricatos babosos y colaboracionistas: Baldoví, Mónica Oltra, Chimo Puig…, marionetas indolentes cuya máxima preocupación es actuar, fingir y engañar para lograr su ideal: seguir mamando del presupuesto hasta la vejez, como el acartonado Joan Lerma.

El cuello de botella del catalanismo quinqui

Todo debe pasar por Cataluña, sea el AVE que de Madrid va a París o el Corredor Mediterráneo. Ningún miserable político valenciano elevó ni un ¡ay! de protesta cuando el ferrocarril Valencia-Santander (¡perdón, quería decir el Santander-Mediterráneo, pues el topónimo Valencia hay que silenciarlo!) que nos unía, y yo utilicé, para viajar por Teruel, Soria, Burgos…, se desmanteló no hace muchos años. Aún recuerdo que la catalana Mercé Sala, directora de la RENFE, pretendía volar con dinamita los túneles del recorrido, para que nadie retomara la idea de unir Valencia con el Cantábrico. Sólo quedaban unos 30 kilómetros para finalizar la gigantesca empresa, que no era franquista, sino iniciada por la República.

Esos catalanes que también dinamitaron el trasvase de agua del Ebro, que anualmente acaba en el mar, fueron o son los impiden la otra vía de acceso ferroviario a Europa por Canfranc. Todo debe ser controlado por Cataluña, sea el gas, el agua o el ferrocarril, caprichos del nacionalismo expansivo que pagamos los españoles. Como sabemos, el gas ‘català’ de Argelia llegaría a Cataluña por dos vías: la de Almería y la procedente de la estación de compresión de Villar de Arnero en la Rioja. ¿Por qué despreciaron las siglas de las Comunidades que atraviesa la canalización gasística? En pugna con el MidCat(alunya), tenemos:

MidAnd, por iniciarse en Almería el trayecto peninsular.

MidMur, por Murcia

MidVal, por el territorio valenciano.

MidRio, por la rama riojana.

MidAra, por el tramo aragonés.

MidCast, por el ramal hacia Arnedo

En fin, el catalán quejumbroso, chillón y nunca contento seguirá empobreciendo España, mientras derrocha el erario público con embajadas donde se difama y burla a España, brutales televisiones fascistas y el descomunal ejército de comisarios lingüísticos e ideológicos que aplastan la libertad, deforman a los alumnos e imponen el catalanismo. ¿Objetivo? Desmembrar España e imponer el catalán, vasco, gallego, inglés y arabe, mientras se persigue a quien hable español y valenciano.


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