El idioma valenciano no existe en el Congreso de Madrid, o mejor dicho, de Puigdemont. Era de esperar. No podemos pedir peras a alcornoques (Feijóo, doctorando en Pseudo Machado; o la goma higiénica González Porc). En los madriles de polvillos blancos, y de los otros, hay diputados que en Valencia se desencajaron las quijadas prometiendo defender el idioma ahora despreciado. Comportamiento típico de los amorales del PP, pero la bullente savia nueva de VOX, ¿qué fue de ella, como diría Manrique? Sucede que el varonil jinete Abascal está casado con una ‘alicantina’, a la que no se le puede llamar valenciana en Alicante. Quizá aquí nazca la blandura y confusión que muestra el macho de Amurrio con la catalanización del valenciano.
VOX y la esposa alicantina de Abascal
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