El vocablo ‘suripanta‘ tiene su nacimiento en el 1866, cuando el aragonés Eusebio Blasco publicó ‘El joven Telémaco‘ en Madrid. Los protagonistas fueron el propio Telémaco, la diosa Venus, Calipso, Ulises, Mentor, las ninfas Eucaris, Amarilis, Cinaris, etc. Hacia mitad de la obra, el coro de ninfas entonaba una canción en lengua inventada, con ensalada de palabras que se suponían cómicas: suripen, suripanta, suripanten, maca, trunqui, somatén, fáribum, fáribem, trúpitem, sangasinén, eri, sunqui, melitónimen, son, pen... Inútil es buscar coherencia significativa en la composición, por mucho que nos suene ‘maca’ o ‘somatén’… Las ninfas cantaban en ‘gringo’ o griego figurado, macarrónico, en eufonía paródica del hablado en tiempos homéricos. La obra tuvo réplica paródica en ‘Telémaco en la Albufera’ (a. 1868), de Rafael Mª Liern, dramaturgo que publicaba obras en castellano y valenciano; p. ej.:
Suripanta, invento léxico del valenciano Rogel
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