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La RAE y el “Me cague’n Denia”

Publicado en: Articuls

El verano pasado llegó la noticia de que la Real Academia Española aceptaría en la próxima edición del DRAE la palabra Denia como sinónimo de Dios, decisión generada por el análisis atolondrado de la expresión malsonante valenciana ‘Me cague’n Denia‘, alegando que era sustitución eufemísta de la blasfema ‘Me cague’n Deu‘. Espoleados por la extraña noticia, una nube de furiosos exégetas catalanistas aportaban su particular versión. Valga de ejemplo esta que traduzco al valenciano:

entre mosatros es diu que’l orige naixqué entre’ls forasters que anaven a fer negocis a Denia. Una vegá havíen cobrat y, bolchaca plena, en la torná al seu poble solíen eixír per el ‘Carrer de les Chiques‘ (¡ejem, d’eixes que s’anuncien en els diaris Levante e Informació!), lo que fea que alguns gastaren fora de presupost. Al aplegar al seu poble y en la dona o el soci aguardant els dinés, l’home es fea el nonsabo o día que li els havían furtat en eixa ciutat y, seguint el teatro1, asbramava lo de ‘Me cague’n en Denia”

Tan insustancial es esta historieta (similar a las inventadas por etimología popular; p.e., Benidorm, de ven y duerme), como la futura acepción de la RAE, creada a salto de mata por académicos que conocen el valenciano por la migajas contaminadas proporcionadas por sus colegas catalanes. No sé qué fuentes utilizan los de la RAE, pero el ‘Me cague’n Denia’ no aparece antes del s. XX y, generalmente, suavizado semánticamente (cague > case):

¡Me case en Denia!” (Haro, M.: Hiá que tindre carácter, 1925)

El núcleo originario de la frase lo tendríamos en el latín decem, que daría la corrupción deé, deena y, por la contracción ee > e: dena; voz polisémica compartida por varias lenguas, en valenciano tuvo una acepción inexistente en otros idiomas:

«Dena:… tambien Hacendero o el trabajo a que debe asistir todo el vecindario por ser de utilidad pública. Anar a la dena: ir a la hacendera o al trabajo, etc.” (Escrig: Dicc.1851)

Ir al trabajo obligatorio o dena suponía arreglar caminos, reparar acequias, fuentes, puentes, molinos, etc., esfuerzo pesado y sin remuneración que quitaba horas a otras actividades en beneficio propio. También Alcover recogió esta acepción:

Anar a la dena o anar de dena (valenciano), cast. hacendera; ir a trabajar para el común con la brigada del pueblo” (DCVB)

Aquí sí que hay motivación para la frase malsonante. Cuando al labrador le comunicaban que debía ‘anar de dena’, era comprensible el espontáneo exabrupto ¡Me cague en dena!, convertido por la ‘finor’ en ¡Me casen dena!; y, olvidado el significado de dena en el siglo XX, se transformó en “Me case (o cague) en Denia”. El problema es que hay valencianos que siguen preguntando a los académicos de la RAE o del IEC (y su mascota AVL) sobre temas lingüísticos valencianos, sin acabar de entender que a unos y otros les tiene sin cuidado lo que no sea castellano o catalán, y siempre arrimarán el ascua a su sardina.

Hay más ejemplos donde se ningunea la aportación de nuestro idioma a la fraseología; p. ej., en la locución ¡Vete al cuerno!, que tiene su historia. En el corazón de la Sierra Cucalón, junto río aragonés Huerva, existe un paraje que antiguamente albergaba la llamada Venta del Cuerno, lugar para hacer noche en el peligroso Camino Real del Reino de Valencia a Zaragoza. No conocemos el historial delictivo de los bandoleros de aquel terreno, o si en el interior de la posada sucedieron crímenes o hechos sobrenaturals que, probablemente, inspiraría la expresión que pasó al castellano (vesten a la Venta del Cuerno > vesten al cuerno > vete al cuerno.

sierra-cucalon
Especialmente al anochecer, ciertos lugares solitarios con ruinas inspiraban relatos tétricos de aparecidos, bandoleros, y crímenes. La Venta del Cuerno, en la solitaria Sierra Cucalón, del Camino Real del Reino de Valencia a Zaragoza, originó la locución ‘Vete a la Venta del Cuerno’ > ¡Vete al cuerno!.

Los relatos sobre ventas embrujadas o diabólicas eran frecuentes en la vieja España. Hasta el conde polaco Jan Potocki, en su novela ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’, iniciada en 1797, situaba en la Venta Quemada2 de Sierra Morena una serie de hechos paranormales. No sabemos qué sucedió en la Sierra de Cucalón, aunque si la banda de Alejo García, ‘Mediaoreja de Cucalón’ (al que el sable de un guardia civil le cortó la oreja en 1906), asaltaba viajeros en el siglo XX, ¿qué no sucedería en el 1600? La literatura de cordel en valenciano, recitada o cantada por ciegos en villas y ciudades, muestra el arraigo de una frase similar en el 1700. Así, el irritado Bou dels carnisers (emblematico toro gremial) decía al Lleó d’Almenara:

¡Vesten a la Venta del Cuerno!” (Coloqui jocós entre el Bou dels carnisers y el Lleó de Almenara, any 1759)

En un manuscrito de la Biblioteca Nacional, del 1800, comprobamos la persistencia del modismo en lengua valenciana:

y qui sa aplegue a enfadar / vacha (sic) a la Venta del Querno / y allí se li pasará” ((Bib. Nac. Ms. 3905, Coloqui entre el Tio Pelut, Sardineta y Polsera, 1801)

El desgaste por el uso de la locución, más la simplificación de elementos incomprensibles (¿quién conocía la antigua Venta del Cuerno en 1920?) generaría la forma actual:

Ves, ves al cuerno en les tehues tonteríes” (Haro, M.: Hia que tindre carácter, 1925)

El aportar datos que refuercen el origen valenciano de modismos, locuciones y refranes no está bien visto por los poderes establecidos, sea la Generalitat de Compromís o la AVL del IEC. Hace años di a conocer el origen del popular A la luna de Valencia. Se basaba en la creencia medieval del peligro de quedarse sin techo bajo la luna en Valencia. Sus efluvios eran nocivos y volvían loco o lunático a quien los recibiera. La historia, tan interesante como compleja, la recordaba Merlin Coccaie, seudónimo del fraile italiano Teófilo Folengo, en su ‘Histoire maccaronique’, escrita tras el saqueo de Roma en 1527 (ver G. Moya: A la luna de Valencia, Las Provincias, 18/ 10/ 2010). El acervo valenciano de refranes, modismos, idiotismos, dichos y frases hechas es un tesoro que saquean a placer nuestros vecinos idiomáticos, bien alterando su morfología y sintaxis para encasillarlos en el catalán o, generalmente, introduciendo directamente la fraseología catalana para crear confusión; es decir, para convertir el idioma valenciano en simple dialecto del catalán. A tal fin, la Generalidad, Diputaciones y Ayuntamientos poseen una costosísima mafia de asesores que, con impunidad, ayudan al fascismo expansionista catalán. En otros artículos trataremos el sangrante tema.


1-En valenciano tenemos el cultisme teatro, del latín theātrum. La corrupción teatre es invento y fuego amigo de Carlos Ros, que rechazó teatro por ser homógrafo al castellano: “lo Teatro desta Universitat” (Const. Universitat de Valencia, 1611); “en lo theatro del studi de Valencia” (BRAH, ms. Dietari Porcar, 20 de maig 1614); “hagué funció… ocupats en apanyar lo teatro” (DECLLC, I, p. 341, doc. valenciá, any 1639)

2 Jan Potocki publicó la primera parte de ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’ entre los años 1804 y 1805 en San Petersburgo. La novela estaba ambientada en la España del 1715.