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El mundo gay valenciano y el neologismo ‘pilonier’

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barca-albuferenca
De izquierda a derecha: el bueno de Ramón Inglés, la sensible Carmen Lapeyre (lloraba y nos hacía llorar); la cabeza de Emilia, la encantadora Fineta Inglés, Colom (siempre enamorado de Fineta) y, detrás, el brazo en alto de un servidor, la alemana y Sebastiá Marés. La barca albuferenca nos llevó a la barraca que Alfonsito Plaza (autor de la foto) tenía en Catarroja.

El mundo gay siempre estuvo presente en nuestra vida, fuera con el escolapio padre Pons o mis compañeros March y Roca de las Escuelas Pías. Todos los niños, de 9 a 13 años, sabíamos de qué pie cojeaba este y otros frailes. El asunto lo abordé en otros escritos; pero, al ser pozo sin fondo, añadiré unas líneas que me llevan a mi juventud, cuando con Sebastiá Marés, Ramón Inglés y su hermana Fineta, Alfonsito Plaza y demás integrantes del proletario bohemio valenciano vivíamos y dejábamos vivir.

Alguno se lo llevó el sida, y otros murieron jóvenes. Hacia 1960, quien más ostentación mostraba de su homosexualidad era Alfonsito Plaza, que fue profesor en la UPV. Respecto a Ramón Inglés y Sebastiá Marés, nunca he conocido personas más nobles y desinteresadas. El primero se dedicó a la porcelana (llegó a rivalizar con Lladró); y el segundo, contrario a toda ambición mundana, seguía dando clases cuando le visité en su buhardilla de la Plaza del Arbol. Ya estaba herido de muerte. Iba a contar alguna de las anécdotas y conversaciones festivas que, siempre en valenciano, protagonizábamos sobre el tema; pero aprecio tanto a estos amigos que se fueron, que sellaré su recuerdo con silencio. No todos vivían días de vino y rosas. En aquella época conocimos a un bailarín de ballet clásico, Friedrich, que en el caminar anunciaba su clara homosexualidad. Era un santo. Huía de una Alemania plagada de insoportables huellas del nazismo. Aquí tampoco fue feliz y acabó mal.

Décadas antes de lo descrito, en Valencia se incrementó el rechazo al homosexual. El idioma valenciano tenía léxico, generalmente despectivo, para referirse al mundo gay; y la izquierda, embrutecida, lo usaba agresivamente. La supuesta depravación del homosexual era, en el 1900, consustancial a las derechas. En la izquierda todo era masculinidad. Si un cura caía en pedofilia, todos los religiosos eran peligrosos para la juventud, ¿solución?: exterminarlos, según las páginas de La Traca, donde solían mostrar curas rechonchos abusando de jóvenes. Era tal el desconcierto de la sociedad que se les calificó de invertidos, semantismo moderno y, quizá, derivado de razonamientos como este, de la primera novela publicada en la Argentina:

Digo que en ese matrimonio están invertidos los sexos, ella es él, y él es ella” (Mármol, José: Amalia, Buenos Aires, 1855)

En valenciano, como participio pasivo, figura “invertit: invertido” en el dicc. de Escrig (a.1851), sin aclarar significado. Hacia 1900 sí lo hallamos en frases brutales, por generalizar la degradación marginal de esta opción sexual:

els mamarrachos y cochinos invertits (…) els asquerosos invertits, que después d’anar p’els pixaors buscant el bulto a les…” (La Troná, semanari, 5 de giner 1913, p.2)

invertit
Típica imagen ridiculizada del ‘invertit’ en un semanario de izquierdas (La Traca, enero 1933) Exhiben un prototipo de gay con cilicio que le cuelga de la cintura, corazón de Jesús a modo de escapulario y, en el brazo izquierdo unos paños donde, creo, se lee ‘conspiración’.

El alarde machista es paradigmático:

a mosatros may mos han fet por els homens, molt menos, els invertits” (ib.)

El aludido era periodista “anarquiste” , colaborador de ‘El Federal’. En el párrafo siguiente informa sobre “el famós Chapí”, apellido valenciano que no aludiría al maestro Chapí, fallecido en 1909; y tampoco a Miguel Chapí, que en 1913 estrenaba la zarzuela Los hombres de genio en Madrid.

els asquerosos invertits… son més sinvergüenses y gorrinos qu’el famós Chapí y més canalles que…” (ib.)

Más interesante es la aportación del neologismo ‘pilonier‘, sinónimo de gay. Galicismo1 surgido por analogía paródica, algo enrevesada, con el que trabajaba manualmente con el mortero o pilón:

ya vorás com te farás més sélebre qu’el pilonier, y cuidao que al asquerós Molina hui el coneixen hasta el gosos (…) els asquerosos invertits, que después d’anar p’els pixaors buscant el bulto a…” (ib.)

Los idiomas, en ocasiones, se enriquecen con voces surgidas espontáneamente y, alguna vez, por errores (como el cat. ‘llogarret‘, por errata del dicc. Torra en 1757). Así, Frank Darijo, hábil depredador de lapsus calami, me alertó sobre un cómico gazapo que cometí al escribir ‘enaltecimiento’. Con envidiable ironía, comentaba:

«10/12/2015 Amic Ricart. Algunes errates … Pag. 1 analtecimiento (tal volta siga una práctica comú entre monflorites, piropejarse els floriols uns a atres)»

No es el caso del ‘pilonier’, usado como afilada arma contra el “asquerós Molina”. Parece que la palabra no tuvo éxito y quedó en hápax; es decir, voz documentada sólo una vez y bloqueada por la existencia de otras sinónimas más implantadas; lo que no impide que el bloqueo se levante por otras reglas, factores o motivaciones: p.e., valorar la singularidad e independencia morfosemántica de ‘pilonier’ respecto al léxico castellano, gallego, catalán y vasco.

luises

La motivación política es otro factor que puede marginar un vocablo; p.e., la condena del expansionismo catalán a mosatros, vosatros, pronombres generalizados en el 1900 y en todos los niveles sociales, salvo el reducido colectivo floralista que, vilmente, catalanizaron su lengua para acceder a prebendas que Cataluña otorgaba a colaboracionistas. Hoy son suplantados por los arcaismos nosaltres, vosaltres, simplemente por estar vivos en la expansionista Cataluña.

En fin, la historia del mundo gay valenciano y su léxico está por estudiar, así como la falsa imagen de tolerancia que la izquierda ofrece sobre el tema. Así, en su incitación homicida al odio, un semanario supuestamente progresista e izquierdoso ofrecía la imagen del cura ‘pilonier’ manoseando a pasivos ‘luises’ (La Traca, 6 mayo 1936, p.8). Estos jóvenes pertenecían a la congregación de fieles de San Luis Gonzaga, patrón de la Juventud. Al mes de esta publicación, el 18 de julio, estallaba la Guerra Civil y, enloquecida la masa, fueron perseguidos, torturados y asesinados curas y devotos acusados de ser invertits (¡Ah, la Verdad Histórica! ¡Ni una sola película ha ofrecido esta dantesca realidad a los españoles, ni una!. Siempre fueron presa fácil de estúpidos bravucones que amenazaban su existencia: «¡Hui mate a un monflorita!» (Morell, R.: La plaseta del alivio. 1927, p.29)

porcelana
Esta bella porcelana que conservo de Ramón Inglés me retrotrae a los lejanos días, en la lechería de sus padres, donde la tolerancia, el buen humor y las picarescas frases de los contertulios Alfonsito Plaza y Sebastiá Marés, en dulce valenciano, era lo más parecido a presenciar un sainete de Bernat y Baldoví. En nuestros días, su gran fábrica de porcelana está abandonada y, según me dicen, es punto de encuentro de románticos buscadores de espíritus.

En plena Guerra Civil, la prensa republicana intensificaba el binomio franquista-homosexual. El eufemismo retaguardia era acompañado de connotaciones racistas: “Los nazis buscan los flancos; / los moros la retaguardia, / y al que pillan por detrás,/ le ponen hecho una lástima” (La Traca, 6 de enero 1936, p.2). De igual cariz es la advertencia de una exuberante mujer al fiero requeté: “No me hagas traición con ningún moro. Si es que te gusta la retaguardia, ven a la noche a verme” (ib.p.3). El general Franco era retratado como un coqueto gay preocupado de su maquillaje: “a Franco, carmín, polvos, crema y demás objetos de tocador para que se ponga más guapo” (La Traca, 6 enero 1937, p.4). El Papa de Roma, según los republicanos, era víctima de enfermedades sexuales transmitidas por el hermano aventurero de Franco: “S.S. no solamente ha vuelto a coger otras purgaciones, sino que esta vez son culeras… tan desgraciado accidente es debido a la visita que le hizo el ex-famoso aviador Ramón Franco durante su reciente viaje a Roma” (La Traca, 6 de enero 1937, p.6) Todos eran ‘invertits’ para los progresistas republicanos: el moro llegado de los montes del Rif, el navarro requeté, los novios de la Muerte legionarios, el general Franco, el Papa…

¿Motivó esta acusación un efecto contrario en Franco al acabar la contienda? Quizá, para contrarrestar el dogma republicano de franquismo-homosexualidad, ¿se sintió obligado a perseguirla? Lo cierto es que, durante la contienda, la propaganda republicana acusó de connivencia sexual a las tropas moras con las españolas nacionales. Para los republicanos, lo más denigrante de un soldado era ser gay.

N.B. El neologismo pilonier pudo ofrecer conflicto morfosemántico con la voz valenciana piloner. Los carnisers, cansalaers, tanders, tonyiners, peixcateres (generalmente era mujeres quienes vendían el pescado) disponían del piló de fusta, pieza cilíndrica de considerable peso usada para cortar carne, pescado, etc. Cuando la parte superior del piló estaba gastada por efecto de les gavinetaes, el piloner acudía con una sección de tronco de árbol serrado, de aproximadamente un metro de alto y diámetro de 80 o 90 cm. Su labor consistía en añadir las cuatro patas y quitar corteza e irregularidades del nuevo piló. En realidad, ni pilonier ni piloner tuvieron éxito, aunque nuestros diccionarios (no colaboracionistas) debieran recuperar ambos. Hay que recordar que, como galicismo, “piloner” se halla en el Terreros, ‘Los tres alfabetos francés, latino e italiano, a. 1797’.

1 El origen del neologismo estaría en el fr. ‘Pilonnier: ouvrier qui, dans une forge, manœuvre un pilon‘.