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La embarazada por pensamiento y el “don” de los catalanes

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La hagiografía cuenta que a San Francisco le alegraba la soledad nocturna un andrógino ángel que tocaba la mandolina y, además, un tierno corderito; pero a la mística valenciana Gerónima Dolz sólo la visitaba un diablo bailarín, y miles de piojos.

El nexo entre los temas del título es el comportamiento humano, tan diverso y desconcertante entre valencianos y catalanes. Dicho esto, reconozco que siempre me ha atraído el mundo mágico de las místicas valencianas como la Venerable Gerónima Dolz, de la Orden del Serafín de la Iglesia San Francisco. La pobre mujer, en la soledad nocturna de su celda padecía violencia de género por una manada de diablos “que dieron en llenarle las más noches su pobre camita transformados en piojos”1. El maligno inquietaba a «esta purísima doncella… se quedò dormida; pero a breve rato sintiò sobre sì tanto peso, que la dispertò (sic) de improviso, y abriendo los ojos, viò al demonio en forma tan deshonesta, que no podía referir: desde luego cerrò los ojos, por no ver aquel monstruo de torpeza, pero èl fingiendo mucho regozijo, cantando, y baylando por el quarto, le dezia; Aora si que estàs buena» (ib.p.19).

La cosa acabó mal para el demonio, que «con las mismas demonstraciones de baylar, y cantar, repetia otra vez: Aora si que estàs buena…; Geronima, dexando la cama, tomò una Cruz grande, pintado en ella Christo Señor, y embistiendole con un denuedo grande, descargava sobre èl tales golpes, que la Cruz quedò maltratada, y à èl le sacò de su presencia, y de su quarto” (ib. p.19). La violencia de género era evidente, “los demonios la arrastravan de los cabellos, y muchas vezes la apalearon, y azotaron” (ib.p.21). Lo más interesante es la información sobre salud sexual y reproductiva que ofrece Gerónima, pues hablando con otra mujer, comentó “que padecia por sus internos tumores; la dixo: Esso no son tumores, sino que està en cinta. Còmo, respondiò Geronima, si no he tratado con hombre. Es no entenderlo, replicò la mujer, porque para quedar preñada, basta el mas leve pensamiento, aunque no se aya consentido” (ib. p.23). Lo cierto es que la valenciana Gerónima, aparte de visitas eróticas infernales, era sorprendente en todo: “la Hermana Geronima tenia un gato, que à todo lo que mandava la obedecia… le mandò al gato que encendiera la luz” (ib.p.18).

Estas vivencias místicas, que entretenían a la sociedad, se complementaban con las inherentes al ser humano de querer medrar y figurar más que el vecino. Además, si una mujer que pensaba en cierto asunto se quedaba embarazada; por igual razón, si un catalán soñaba con pertenecer a una Gran Cataluña, ¿no se haría realidad el deseo? Entre las ambiciones más frecuentes estaba la de acceder a la nobleza, motivo de innumerables memoriales sobre hazañas de tal o cual linaje merecedor de un título de barón, conde o marqués. Los archivos rebosan de estas peticiones al monarca; pero, ¿qué hacía el ciudadano que no tenía derecho a usar ni el simple ‘don en los siglos XVI al XVIII? Muchos ansiosos, sin esperar la concesión pertinente, se apropiaban del tratamiento de respeto; pero, ¿en qué lugar de España existía un territorio cuyos habitantes siempre ambicionaron poseer más titulación que la del vecino? Sí, Cataluña, lo han adivinado. En occitano, según Corominas, se había dejado el medieval ‘don’ ante nombre propio a finales del siglo XIII2, quedando algunos casos en catalán, con valor despectivo, a imitación del castellano y precediendo a un calificativo; p.e., “don bellaco”. No obstante, con la proclamación de “don Anric, rey de Castella, compte de Catalunya” en 1462, y el posterior apogeo del Imperio Español de Carlos I y Felipe II, el tener título de ‘don’ se consideró de prestigio entre catalanes; pero, al no tener méritos para usarlo, se lo apropiaban indebidamente. El escándalo llegó hasta el propio Felipe II, que prohibió tal desacato.

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En el folio que guarda el documento, un escribano anotó lacónicamente el contenido: «orden de Su Magestad para que no se llame Don a nadie en Cataluña».

El documento, fechado el 4 de octubre de 1576, lo encontré casualmente hace años en el Archivo de la Corona de Aragón y, sin duda, demostraba que los catalanes usurpaban el título sin merecerlo. La Orden Real mandaba “que a las personas que se huvieren puesto titulo de Don sin serlo, se les ponga demanda criminal y proceda contra ellos… y los tales reciban el castigo y pena que de iusticia huviere lugar y se…”. El documento regio razonaba que “los títulos y dignidades fueron instituidos para con esperança de ellos provocar y animar a los hombres que se diesen mas a la virtud, y hacer cosas tan heroicas que mereciesen alcançarlos de sus Reyes y Señores”. Los catalanes no opinaban lo mismo.

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La Orden Real de Felipe II sólo aludía a Cataluña, lugar donde “de poco aca con la ambicion ordinaria que los hombres tienen de honra, se van usurpando estos titulos de noble, y Don: y porque siendo reservado a nos, y nuestros sucessores esta preheminencia para darla a los que nos parecieron dignos d ella…”. Con este robo del Don querían imitar a los castellanos del 1500 (cuando España es potente, Cataluña es perrito faldero), pero lo interesante es la tradicional idiosincrasia que impulsaba a los catalanes a obtener sin razón legal los títulos que ambicionaban, fuera el Don para uso personal o el de Principado para el territorio. Hacia el 1600, tras usar los catalanes tan repetidas veces lo de Principado, consiguieron que los escribanos descuidados o aduladores lo usaran en los papeles. Es la estrategia que, en la actualidad, vemos en libros alusivos a los ficticios Países Catalanes. La exitosa táctica de apropiarse de lo que no es suyo se convirtió en una tradición rentable; todo era catalán: la crema catalana, la bovedilla catalana, el gótico catalán, el turrón, la bandera de Aragón, Cristobal Colón, Luis de Santángel, Miguel Servet, el idioma valenciano, las Fallas, el Reino de Valencia, la paella, los iberos, Sorolla, el Reino de Mallorca, etc. En 2019, por ejemplo, tras costosísima campaña (con dinero nuestro) y machacar desde la guardería a mentes indefensas, muchos han llegado a creer que existió en el pasado una Gran Cataluña o Países Catalanes. Bien es verdad que, desde hace siglos, pretendieron fraudulentamente elevar su título de condado a Principado, Reino, Imperio, Confederación Catalano-aragonesa, Gran Cataluña, Países Catalanes, República, etc.; y, por indiferencia o ignorancia del pueblo, progresivamente se afianzaba una fraudulenta titulación tras otra; pero basta rascar la purpurina para descubrir el latón. Así, por ejemplo, en unos memoriales remitidos desde Alicante a la audiencia del Reino de Valencia y Consejo de Aragón, enumeraban privilegios que poseía Alicante por ser “puerto del Reyno de Valencia, junto a Denia y Vinaroz” (f.2r). Para avalar lo dicho, los juristas aportaban documentación del año 1356, en cuyo texto observamos los auténticos títulos de los territorios de la Corona de Aragón.

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En la documentación seria y sin manipular del 1300 se comprueba que el Princitat no existía. Asi, en el Memorial de Alicante enviado al monarca en 1692, se cita el Privilegio del año 1396: “el Reyno de Aragon, el Reyno de Valencia, el Reyno de Mallorca, Condado de Barcelona, Rosellón, y Saldaña, como parece en su Real Privilegio, dado en Calatayud en 7 de Setiembre año 1356” (Bib. Nac. Ve.199 /9, Memorial de la ciudad de Alicante del Reyno de Valencia, f.1)

En el Imperio de Felipe II eran tan considerables las posesiones que su enumeración en Pragmáticas y Ordenes podía ocupar medio folio. Ejemplo de ello lo ofrecen las custodiadas en la Bib. de Santa Cruz de la Univ. de Valladolid, que abarcan desde el año 1543, como Regente, al 1597. Lean los títulos y, con paciencia, llegarán al… ¿Principado de Cataluña, Reino de Cataluña, Imperio, Corona Catalano-aragonesa, Gran Cataluña, Países Catalanes, República…? No, claro. Este documento de la Cancillería era riguroso y sólo muestra el título auténtico que tenía: Condado de Barcelona.

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Puigdemont vende la burra ciega en Bruselas, donde brilló Cataluña en 1558… por su inexistencia

El parásito Puigdemont y la extrema derecha catalanista tratan de engañar en Bruselas con el dramón de una mártir Cataluña que ahora, en el siglo XXI, es maltratada por la fascista España. Ellos hablan de una historia gloriosa y de un territorio o imperio catalán admirado en el pasado por Europa (¿Aludirán a que, en ciertos lugares sureños, se insultaba con el despectivo epíteto ‘catalán’, sinónimo de ‘cafre’?; y hay más coincidencia: los pobres cafres tampoco tuvieron imperio ni cultura ejemplar, pero el insulto arraigó).

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Mientras que las armas heráldicas y bandera del Reino de Valencia figuraron en lugar preferente en las Honras al emperador Carlos V en Bruselas, ninguna bandera, banderín, escudete o lazo amarillo citaba a Cataluña (Sandoval, P.: Hist. de la vida de Carlos V, 1634, p.842).

La prueba del algodón la tenemos en las apoteósicas Honras Fúnebres a Carlos V, celebradas en Bruselas en 1558, donde el protocolo imperial y la impresionante procesión del suntuoso acompañamiento de los representantes del Imperio, hizo ostentación por medio de banderas y escudos de los principales títulos del finado emperador. Por las calles de Bruseles, en dirección a la catedral de Santa Gúdula, desfiló el cortejo fúnebre. Las banderas de los territorios precedían al estandarte con las armas Imperiales, de ahí que el protocolo concediera el privilegio de preceder a las banderas de Carlos V las del “Reyno de Castilla”. A la heráldica de este reino precedían la de los reinos de Aragón, León, Navarra, Nápoles, Sicilia… y “las armas del Reyno de Valencia3 . El cronista no olvida detalle de la fastuosa grandeza imperial simbolizada con heráldicas de los territorios, y allí se podían ver las del “Reyno de Mallorca, condado de Flandres, Ducado de Gueldres, Ducado de Borgoña, Reyno de Cerdeña, Sicilia, Hierusalem, Galizia, Granada…” ; pero en esa ciudad de Bruselas no estaban representados los antepasados de Puigdemont y Torra. ¿Por qué esta afrenta intolerable? Hay una razón protocolaria: los bufones no eran apropiados para exequias imperiales. En el año 1558 nadie conocía la existencia de una nación llamada Cataluña. El riguroso protocolo imperial no admitía denominaciones ambiguas o de zonas geográficas sin autonomía política, moneda4 ni bandera; de ahí que nadie desfilara enarbolando estandartes de las Hurdes Reales, Extremadura, Cataluña, las Batuecas o las Bardenas Reales.

El rebuzno de la “Associació de Sant Jordi” de Alcoy con su Cataluña madre de Europa

Hemos visto que Cataluña no pintaba nada en la Europa de Carlos V, en 1558, pero el avecrem del fascismo expansionista catalán nutre a paletos colaboracionistas que, pedantemente, catalanizan al pueblo. Así, por ejemplo, la “Associació de Sant Jordi” alcoyana eleva a una mítica Cataluña del 1200 como modelo hagiográfico y blasonista de Europa, es decir, de Rusia, Inglaterra, Venecia, etc.:

“Varias incipientes nacionalidades de la vieja Europa lo fueron proclamando patrón (a San Jorge), así lo hizo Cataluña a principios del s. XIII, siguiéndole Inglaterra y más tarde Georgia, Grecia, Aragón, Valencia, Mallorca, Portugal, Rusia y Lituania” (web Associació de Sant Jordi. Fiesta de Moros y Cristianos de Alcoy)

Estos catalanistas de Alcoy propagan engaños del expansionismo, pues afirmar que Cataluña, ¡en el 1200!, era un modelo al que imitaban o seguian Inglaterra, Rusia… ¡Qué disparate!. El mítico santo de Capadocia ya era patrón del reino merovingio en el siglo VI, y en Hungría ya se combatía bajo la bandera de San Jorge en el 997, y fue Patrón de la Corona de Aragón, no de una inexistente Cataluña ¿o alguna vez se tituló Jaime I conde, marqués, rey o emperador de ese territorio? El fascismo expansionista catalán, mediante falacias, logra que otros peleles propaguen embustes, como hacen los colaboracionistas de Alcoy (conozco a más de uno que imita el acento de los Sardá, Buenafuente y compañía; y si les dices que parecen catalanes, levitan como el guru Ramakrishna al ver una paella).

Los desaprensivos catalanes (no los honrados, que los hay), que en tiempos de Felipe II se apropiaban del título de ‘don‘, actúan como la mística valenciana Gerónima Dolz, que pensaba lo que no debía y quedaba en cinta. Estos avariciosos defienden la existencia de una Gran Cataluña en tiempos de Jaime I, que conquistaba territorios con gritos de ¡Catalunya! ¡Catalunya!. Al ser auténticos nazis falsean la realidad que transmitieron los cronistas contemporáneos de los hechos, como el Capellá d’Alfons el Magnánim; así, al narrar el asalto de las tropas de la Corona de Aragón a las ciudades italianas, recuerda en su manuscrito: “…e entrá per la ciutat de Gayeta cridant ¡Aragó!¡Aragó!… alçá banderes d’Aragó”5.

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La brutal extrema derecha catalanista, depredadora de indefensos niños, expandía estúpidos bulos como que en la conquista de Játiva se gritaba ¡Por Cataluña!. (Fariñás, E.: Vida de Jaime I el Conquistador, Libro cómic de Editorial Toray, Barcelona, 1979, p.178)

Jamás aparece en las crónicas que las tropas de la Corona gritaran ¡Cataluña!. Era imposible. No obstante, el fascismo anexionista es lo que enseña a los niños, y la Generalitat colabora divulgando estos embustes que aplauden los paletos catalanistas, como los de Alcoy. Hasta en cómics y cuentos infantiles se repite la añagaza ante las mentes en blanco. La editoial catalana Toray publicaba hace 40 años la supuesta toma de Játiva por Cataluña, con soldados que gritaban esa voz. Esta ha sido la política cultural que han mamado los valencianos bajo viles gobiernos del acartonado Lerma o el culebrica Zaplana, muy incrementada actualmente con la Fallera Cantimplora y sus enanitos toreros: Ribó, Fuset, Chimo Puig, Baldoví, Mulet…

Ahora, en 2019, la sucia labor de palanganeros del expansionismo catalanista la ejerce la Generalitat y sus espadones del dirio Levante e Información, la parásita À Punt y todo el ejército de la AVL y sus filologuitos amaestrados y a sueldo fijo.

N.B. Estas notas sobre heráldica están ampliadas en el Tratado de la Real Señera, que el gobierno del PP de Gil Lázaro hizo lo imposible para que no se publicara, e impidió la 2ª edición.


1 Gregori, Vicente: Sermón en las Exequias de la Venerable Gerónima Dolz, Valencia, 1735, p.18.

2 Corominas: DECLLC, III, p.178.

3Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, Caragoça, 1634, p. 842

4Lógicamente, en la Edad Media y Renacimiento no existió niguna moneda donde apareciera acuñada la palabra Catalunya.

5 Dietari del Capella, p.168.