Hay cierto paralelismo de comportamiento entre Lucía Caram y nuestra Mónica Oltra. Hace años publiqué el artículo ‘La Monja Cojonera‘ (‘Diario de Valencia’, 13 de octubre de 2002) alusivo a Sor Lucía Caram, donde criticaba sus comentarios sobre santos valencianos, pero nada más. Pasado el tiempo y olvidado el asunto, un día veo a una religiosa bigotuda en TV y, estupefacto, escucho al presentador que pregunta: ‘¿Por qué te llaman ‘Monja Cojonera’?”. Ella, con cara de mártir maligna, contestó que el sobrenombre “me lo pusieron los poderosos, y será porque los toco”. En ese momento capté la basura moral de esta mujer y el afán de protagonismo que perseguía.
Mira, Sor Lucía de la Falsedad, siempre he estado solo, y jamás he tenido a nadie que me diga lo que tengo que escribir, pues soy totalmente incapaz de hacerlo, ni siquiera la dedicatoria de un libro. Eres una pobre mujer que has intentaba hacer creer que existía una persecución hacia tu persona por parte de poderosas organizaciones… ¿de banqueros, políticos, la CIA…? Eres una farsante.
Y aquí tenemos a la valencianísima, dice ella, Mónica Oltra camuflada con traje de valenciana, mientras pierde las bragas apoyando la catalanización y adoctrinamiento en guarderías, escuelas, institutos y universidades, por no hablar de la prensa putera (Información y Levante). Actúas igual que Rita Barberá Nolla, aquella que se ponía bufanda del Valencia C.F. y, tras el consabido copazo de whisky JB, daba saltitos en el balcón del Ayuntamiento mientras el pueblo, embelesado, gritaba: ‘¡Rita, Rita, Rita, guapa, guapa, guapa!’. Antes, la patriota Nolla había autorizado la catalanización de los rótulos callejeros de Valencia, de los billetes de tranvía y autobuses, de los recibos, etc.
Por cierto, en la presentación de Oltra como Fallera Mayor de la falla Ángel del Alcázar-José Maestre, fue de mal gusto el burlarse de Rita Barbera y su “caloret”. Una cosa es criticar su hipocresía y populismo político, y otra el hacer mofa de un supuesto error, pues el criticado vocablo ya se recogía en diccionarios valencianos del siglo XIX: “caloret” (Escrig: Dicc. 1851). Complices del fascismo expansionista catalán, si Rita Barberá hubiera pronunciado en la Cridá de 2016 (no crida) lo de feina, esport, engegar, perruca, avui, relotge y demás basura que amparáis, ya le habríais construido una casa-museo, como al fascista Juan de la Cruz Fuster (alias Joan Fuster), el perseguidor de lesbianas viragos y ecologistas ¿No lo sabíais? Pues así lo dejó escrito el pillastre en sus artículos castellanos para La Vanguardia de Barcelona.
La cantimplora Oltra y Consum
El francés y el valenciano medieval se disputan la paternidad de la voz ‘cantimplora’. Creación metafórica del sonido del agua, ‘cant y plora’, estaba arraigada en los clásicos: “son cantiplores” (Roig: Espill, a.1460), y pasaría a otros idiomas. El erudito Cascales lo recordaba:
“Estrangeras son las palabras que de reino estraño nos han venido. De Portugal tenemos porcelana, mermelada, caramelos. De Valencia, cantimplora, albornoz, gramalla, conqueta. De arábigo, alcuça, albahaca… De Italia, escarpe, foso…” (Cascales, F.: Tablas poéticas, 1612, p.102)
Como en las telenovelas, la gesticulante Oltra ríe, canta y llora con facilidad; pero lo que no cambia es su política antiestatutaria de implantar el catalán; y valga de ejemplo la vomitiva campaña de Compromís (Mónica Oltra) contra Consum. El 4 de enero publiqué el artículo “El catalanismo de los machistas Supermercados Consum”, en parte motivado por la etiquetación de sus productos en catalán, y ponía el ejemplo de las pipas ‘gegants‘ que, en valenciano, son ‘jagants‘. Supongo que Consum se limitaba a copiar el falso valenciano que proporciona la Generalitat.
Es decir, que Consum etiquetaba en catalán, no valenciano. La duda es si los de la cooperativa eran conscientes de que les estaba engañando lingüísticamente la Generalitat y, con lógica, han decidido etiquetar en español para no ser cómplices del fascismo expansionista catalán. Y aquí entra en acción la fiera Mónica Oltra, que estaba callada como muerta mientras etiquetaban en catalán. A inicios de febrero, la prensa anunciaba: “Compromís lanza una campaña contra Consum por dejar de etiquetar en valenciano” ¡Qué canallas o ignorantes son esta gente de Compromís! Si los comercios usan el catalán y marginan al valenciano, Mónica Oltra es feliz, sonríe, se viste de valenciana y presume de valencianía. Todo mentira. Están catalanizando ilegalmente a los niños desde los 6 años, y Oltra ampara la felonía.
No eres una inocente fallera normal, Mónica Oltra, eres la Fallera del Terror que persigue a Consum y engaña fingiendo valencianismo mientras fomenta el autoodio a lo valenciano. Y sigues con la plomiza guerra de las banderas, usando la Real Senyera como de la ciudad de Valencia, pero usáis la catalana en el resto del territorio, ocultando al pueblo que la coronada sobre azul ya lo era también del Reino en la Edad Media. Sólo aceptáis la democracia cuando os interesa. Dáis asco. No hay dinero para Sanidad y Pensiones, aunque sobra para vuestros fabulosos sueldos y mil comisiones y, como gran logro social, vais a poner en funcionamiento la carísima academia de inmersión en catalán À Punt, con una legión de comisarios lingüísticos.
¿Por que no lanzáis una campaña contra el diario Levante (ya sabes, el que oferta putas a la progresía), que engaña al lector con morfologías y palabras catalanas como si fueran valencianas? ¡Ah, claro, dices que lo subvenciona la Generalitat! Mira, ayer, 20 de enero, el filólogo de guardia del PP, PSOE y Compromís decía esta falsedad:
«el vocable “xalet” començà a usar-se a principis del segle XX» (Lacreu: La paraula del dia, Levante, 20/02/2018)
No tiene vergüenza en mentir. La morfología que encontramos en valenciano es la etimológica, en ch– : “lo chalet o caseta que feu en…” (Llombart: A Nicolau Sanchis, 1877), “chalet” (Martínez Ruiz: Canyisaes, Monóver, 1910); “una temporá en el chalet de Benalúa” (El Tio Cuc, nº 79, Alacant, 1916), etc. La ingenua Mónica, siempre haciendo pucheritos, no se enterará ni denunciará esta catalanización, sino todo lo contrario ¡Qué asco dan!.